Homenaje a Osvaldo Gario, “El sodero de toda una vida”

Transcripción de la nota del sábado 12 de julio de 2008, periódico El Informante.

Personas y Personajes. 42° entrega. Por Lorena Morichi.

Nuestro personaje de hoy lleva más de 50 años en su “profesión”, por así llamarlo. Ya anda poco por las calles, pero todavía se saca las ganas de estar en contacto con la gente repartiendo a dos o tres clientes de siempre. Y aunque le pasó la posta a su hijo Rubén, quién sigue llevando a los hogares galvenses la tradicional soda 0-5, Osvaldo Gario señala que “la soda la hago yo”, dando cuenta de lo mucho que le significa seguir en el trabajo que lo movilizó casi toda su vida.

Me recibió en su casa, y entre mates y junto a su esposa, comenzó a desgranar su vida. Y cuenta que nació en el campo yendo hasta cuarto grado en la Escuela N° 290. “Cuando nos vinimos al pueblo, en el año 45 — acota con orgullo — tuve que trabajar y fui a la escuela nocturna, donde hice dactilografía y me recibí con el maestro Hugo Arozena…”

De adolescente trabajaría en la fábrica de juguetes de Piccoli y Ambrosini, y también como verdulero con los hermanos Borghi, y de su labor allí recordó dos graciosas anécdotas: “Una vez, uno de mis patrones se levantó y encontró el carrito que había traído lleno de papas del mercado vacío. “Me las robaron”, me dijo preocupado y yo me empecé a reír: “Ya las descargué”, le respondí mientras él me miraba asombrado y pensando cómo había hecho solo y con 15 años para bajar las 70 bolsas…En otra ocasión, Nelo Botta fue y eligió la fruta para el hotel y como el pedido era muy pesado, se lo lleve en el carro. Cuando llegué, su mamá doña Cata me frenó, miro el pedido y me dijo: “A veeeeer… Nooooo, llévate la porquería que trajiste ahí”. De regreso encontré a Nelo en el camino y le dije que la mamá me había hecho volver, y él me respondió: “Anda y metete por donde estacionan los autos, que ahí la vieja no entra” así que le dejé la misma mercadería y no hubo ni un problema.”

Cuando Osvaldo terminó la escuela, ya tenía casi 18, y enseguida marcho a hacer el servicio militar. “De esos seis meses quedó una amistad tan grande con los compañeros de clase que, después de cumplir todos 50 años, comenzamos a reunirnos a recordar aquellos tiempos.

Junto a José Burini de Gálvez estuvimos en Concordia donde hicimos el servicio, comimos en el cuartel con los soldados, vimos las camas donde habíamos dormido… Cada vez, por muerte o enfermedad, quedamos menos, pero nos seguimos juntando cuando podemos”…

A su regreso Gario comenzaría a escribir su historia como sodero. “Comencé a trabajar en la fábrica de Sierra, que estaba ubicada en Sarmiento y España, el 17 de noviembre de 1952, como repartidor. Allí sacaba el hielo de la fábrica y lo apilaba en las cámaras para venderlo, o revisaba los huevos y un día estaba yo en eso cuando se reventó un sifón y le sacó un ojo a Ornella, quien necesitó un reemplazo.” Ahí fue que nuestro personaje empezó a repartir. “Estuve 7 años trabajando allí, luego los hermanos se separaron y Eladio Sierra, que se había quedado con la sodería, la puso en venta, y quien mejor que nosotros — Bertomeo (mi compañero de trabajo) y yo — para comprársela.

Lo encaramos y nadie creía que nos la iba a vender, sin embargo nos la financió y nos quedamos con ella. Después, viendo el trabajo que había, se nos querían agregar más socios, pero nosotros, porfiados, preferimos gente que trabaje y no que se sentara al lado a dirigir.” El trabajo de sodero, por aquel entonces, no era fácil. Hoy tampoco, pero en aquella época los cajones eran muy pesados, con sifones de vidrio en cajones de madera de 6, o si no, por docena de 3/4 litro. “Todo se llevaba a hombro” asegura Osvaldo, y el reparto lo hacíamos “en carro tirado por cuatro caballos que íbamos a buscar a un lote que quedaba a siete cuadras de distancia. La soda se fabricaba con una máquina que casi hacía mejor soda que la de ahora y era importada de Alemania, producía mucho… Llegamos a vender 194 cajones diarios, aparte de la cerveza y el vino.”

Cuando en el ´59 Gario y su socio Bertomeo se hicieron cargo de la sodería de Sierra, se mudaron al local donde aún permanece la tradicional firma.
“Antes allí era el club Alberdi y don Carlos Pagani nos vendió el local en $40.000, que pagamos en poco tiempo. A Sierra, en cambio, le terminamos de pagar en cinco o seis años.”

Pero con una empresa floreciente, no todas fueron buenas. “Yo salía siempre a la calle, del ´59 al ´72, pero luego me quedé en el negocio porque nos separamos con Bertomeo, que se fue de Gálvez… Le dejé la mitad de lo que teníamos, y él nos dejó las deudas, además de las que contraje por dar garantías. La confianza para con amigos o compañeros de trabajo hicieron que me endeudara y pasara malos tiempos, pero hace poco terminamos de pagar todo.”
Sin embargo, el cariño que se ganó de la gente borra todos los malos recuerdos.

“Los clientes me mandan saludos hasta el día de hoy, me piden que los vaya a visitar, había mucha confianza por entonces y los repartidores éramos como uno más de la familia, en muchas casas no en todas. Las clientas recién levantadas, me recibían hasta en desabillé (se ríe)… todavía Titita Stronk para siempre en la calle a mi mujer y le dice: ¿De quién es Osvaldo? — suyo –, le dice mi señora y juntas se ríen.”

Hoy, nuestro personaje sigue yendo a su negocio, aquel que le costó con tanto sacrificio mantener. “Esto fue trabajar y trabajar, y las metidas de pata no las cuento, porque dice mucho pero me quedó poco” se lamenta. Pero le digo que no todo en el mundo es el dinero, que lo mejor es el buen recuerdo que de él tiene la gente. Y nos despedimos: Yo me vuelvo sobre mis pasos a escribir sobre su vida, y él marcha a comer a la sodería, su lugar de reunión de familia y amigos.
Agregamos algunas fotos a las existentes en la nota original.

Foto 1: (Foto nota original) Foto tomada por Osvaldo Gario en sus comienzos como comerciante. De derecha a izquierda: Bertomeo, Mico López (peón de patio), José Donadello (empleado) y familiares. Atrás se divisa el carro con el que repartían. El niñito es Ruben Gario, quien hoy continúa con el negocio de su padre.

Foto tomada por Osvaldo Gario en sus comienzos como comerciante. (De der. a Izq.) Bertomeo, Mico López (peón de patio), José Donadello (empleado) y familiares. Detrás se divisa el carro con el que repartían. El niño es Rubén Gario.
Jardinera de reparto de bebidas de la firma Bertomeo y Gario. De izq. a derecha: Donadello, Bertero, Gario y nn. 1959.
Sifón de vidrio con pico y protector de plástico.
Colección de sifones de Gario.
Osvaldo Gario, sodero.
Osvaldo Gario y señora.
Juan Carlos Ceci, Eduardo y Bruno Gario.
Rubén Gario, hijo de Osvaldo, actual dueño de la firma junto a su hijo Sebastián.
Reunión de amigos en la sodería.
Agarra papeles de pared Vino Don Pinoto.
Camionetas usadas para el reparto. Una modela 1964 y la otra 1975.

 

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