Por Norberto “Pochi” Pignocco
UN SUEÑO, UNA EPOPEYA, UNA HISTORIA, UNA REALIDAD…
“EL ASCENSO SOCIAL DE UN BARRIO INTEGRADO A LA COMUNIDAD”
LOS BAILES
Uno de los primeros escenarios de material con vestuarios, construidos por la Vecinal, fue el licitado por la CD presidida por José Lapassini y adjudicado al señor Domingo Fantino en la suma de $27.000.- acta Nº 110 de fecha 23/07/1964. En la misma acta queda constancia de la decisión de poner a la venta una rifa con un “poni” como primer premio y un cachorro Pontiac, destinando lo recaudado en la rifa a solventar los gastos de las mejoras encaradas. Con la construcción de dicho escenario, se podrían contratar orquestas de más convocatoria, lo que con avances, va dando forma a los históricos bailes del Tropezón.
En el año 1965 asume como Presidente de la Vecinal Roberto Juan Primón, comenzando un acelerado crecimiento institucional junto a las mejoras en el parque infantil y la forestación de todo el predio, se compran cantidades importantes de mesas y sillas de madera dado la magnitud que comienzan a tener los bailes, como así también un notable cambio en la iluminación de las instalaciones, escenario, pista, parque y bares donde las tradicionales guirnaldas de focos de colores junto a los multicolores banderines de plástico, daban realce a los “festivales bailables”.
Una especie de llamado e invitación a los populares bailes, fueron las clásicas y casi místicas bombas de estruendo que el propio “Chueco” Primón arrojaba al aire desde un mortero ubicado en el centro de la pista y que resonaban con fuerza en todo el firmamento de nuestra Ciudad Pueblo, cual émulos de ancestrales tambores comunicacionales y que a la par de confirmar la realización del evento, fue extendiéndose como un peculiar condimento mágico, que convocaba a los Duendes benévolos para disipar alguna amenaza de tormenta o lluvia previo a las noches sabatinas.
Para lograr una mayor convocatoria, comienzan a difundirse en localidades vecinas dichos festivales. Tarea que se lleva a cabo con la camioneta propiedad del Presidente, con las características “bocinas” sobre el techo de la cabina de la “chata naranja”. Pero lógicamente lo que también contribuyó a una mayor difusión fue el “boca a boca” de entonces, lo que produce en muy poco tiempo que una concurrencia masiva descendiera del “localcito”; tren de pasajeros entre la ciudad de Rosario y Gálvez ida y vuelta, con horario de llegada a las 22 hs y saliendo de vuelta a la “Chicago” Argentina a las 04.30 hs, apropiados para el comienzo y el final de los bailes. Desde localidades ubicadas a la vera de las vías ferroviarias, cientos de personas descendían del tren para beneplácito de los bares de calle Belgrano que veían colmados sus locales por la presencia de “bailarines” rumbo al Tropezón.
Innumerable cantidad de parejas dieron comienzo a su relación en las “sabatinas noches bailables del Tropezón de Gálvez”, a decir de los locutores de entonces.
Los juegos de azar circundantes a la pista de baile que habían sido pensados como una fuente de ingresos para la Vecinal, debieron dejar de funcionar para dar lugar a la colocación de mesas y sillas plegables dada la magnitud de la concurrencia que nunca bajaba de los 3.000 asistentes. Fotos de la época que ilustran este relato, dan una muestra de ello. Es de destacar que la entrada a los mismos era gratuita, solo se les solicitaba el aporte de un bono para el sorteo en el transcurso del baile o en ocasiones especiales, el aporte de un cuaderno u otro elemento escolar que a la semana siguiente, eran donados en los colegios de nuestra ciudad, llegándose a recaudar varios canastos completamente llenos, colocados en la entrada y aportados por comerciantes panaderos locales.
Innumerable cantidad de “conjuntos orquestales” que marcaron épocas, o en los inicios de formidables carreras artísticas, dieron brillo con su presentación a la “pista de los grandes éxitos”. Desde “Los Iracundos” en el apogeo de su fama, “Gasparín y su acordeón mágica”, pasando por el precursor de la cumbia santafesina “Yuli y Los Girasoles” y obviamente un tal Marcos Camino en el inicio de “Los Palmeras”. Así como “El Indio Gasparino”, seudónimo de los comienzos del inolvidable e inmortal “Facundo Cabral”, “Marito Gonzalez”, denominación del niño de la voz formidable que con los años pasara a ser el querido e internacionalmente famoso “Jairo”, quien junto a una hermosa niña, “Rosana Falasca”, como intérprete de tangos, hacían sus primeras presentaciones públicas en el Tropezón de Gálvez. No podemos dejar de nombrar aquí la presentación histórica del Gran Maestro Osvaldo Pugliese.
Se podrán agregar muchas orquestas más, solo enumeramos algunas para dar cuenta de la magnitud de la convocatoria.
Pero la Vecinal, no fue solo una institución social dedicada a organizar bailes para mejorar sus instalaciones, ya que por la trascendencia local, regional y provincial que logró tener, pudo también a la par del crecimiento demográfico del sector, gestionar distintos tipos de obras y servicios para una mejor calidad de vida de sus habitantes, dándole ascenso e integración social a nuestro orgulloso y querido Barrio Tropezón.
Muchas de las obras que se fueron construyendo a lo largo de los años, pudieron ser posible por la “mágica atracción” que generó esta señera institución de nuestra ciudad y que aún conserva.
Obviamente que todo ello fue posible por la permanente participación de muchísimos vecinos en la conformación de las distintas Comisiones Directivas y que hablan de una época donde las instituciones intermedias crecían y daban sentido de pertenencia, así como razón de ser a la creación de las mismas. Es muy difícil sostener en el tiempo el crecimiento de una sociedad de este tipo, sin la invalorable, desinteresada y renovada colaboración que implica copropiedad colectiva, de los integrantes de una comunidad. Recordamos a algunos de ellos en las fotografías que ilustran este capítulo.
El crecimiento y las mejoras de nuestro Barrio, será seguramente material de otro capítulo de la historia de Vecinal Tropezón.
