El mostrador de madera de Tía Ángela

(Relato Pini Errifai)

Existen parientes que uno recuerda con mucho cariño porque fueron parte de una infancia feliz. Una de esas personas es mi tía Ángela: Ángela Pepe de Franchini.

Tuvo un negocio de venta de pizzas y empanadas en el corredor de mi casa durante toda mi niñez en Belgrano al 579, frente al Cine Moderno.

Para narrar los comienzos de su actividad comercial recurro a los recuerdos de su hija Elvia “Negra” Franchini de Senini. Negra me cuenta que los inicios de su mamá fueron en el “Rancho Grande” (1943), un bar comedor en la calle Sarmiento, aproximadamente entre la ex carnicería de Ottolini y la farmacia de Chongo Rampone (cliente de la casa) donde se jugaba a los naipes y se comía asado, minutas y las ricas pizzas y empanadas que hacía su madre. Su papá, Tino Franchini, era dueño del lugar junto a otras personas y también oficiaba de mozo. Sigue contándome que al poco tiempo de casados mis padres (1945) fueron invitados a cenar ahí. La sociedad del Rancho Grande comenzaba debilitarse… y se rompió el poco tiempo…

Mi papá, que siempre pensó que “las medias son para los pies”, le ofreció a su tía Ángela, poner el negocio de pizzas y empanadas en el “zaguán de Amado”, sin cobrar alquiler… Ella aceptó y estuvo ahí muchísimos años.

Mis recuerdos se relacionan directamente con ese corredor Inolvidable de la Belgrano… Ahí colocaban en la puerta que daba a la calle, un mostrador de madera que ponía y sacaba todos los días. Ese mostrador ocupaba todo el ancho del corredor y detrás de él, despachaba sus exquisiteces: empanadas, pizzas, tortas fritas y pastelitos de dulce de membrillo y de batata, churros espolvoreados con azúcar… ¿quién después del cine o en el intervalo no se cruzó a comprar alguna de esas delicias?

Tomates maduros, pimientos rojos y verdes, cebollas, cebolla de verdeo… materia prima para elaborar sus sabrosos productos, eran comprados a su sobrino Amado. A los ingredientes los tenía “a mano” porque el final del corredor terminaba con una puerta precaria de madera que coincidía con la verdulería.
Todo estaba hecho por ella sola, masa y relleno…Era incansable, pasaba horas y horas preparando sus ricos productos… la fragancia de sus sabrosas salsas y el sabor del relleno de las empanadas y las frituras impregnaron y alegraron mi infancia… Todo olía rico…

Las pizzas se vendían enteras o por abundante porción; las empanadas, pastelitos, churros y tortas fritas por docena o en forma individual. Mucha gente comida estoicamente parada en la vereda, envuelto lo que compraban en una servilleta de papel hecha y ofrecida por tía Ángela. No vendía bebidas, Malavasi y Canclini estaban cerca.

Nunca hizo propaganda, la misma gente se encargaba de difundir la excelencia de sus productos. El Cine Moderno producía muchos clientes que compraban pastelitos y tortas fritas en la matiné de los domingos y pizzas y empanadas en los familiares o en la función de la noche.

Todos los días, después del “intervalo” de la función de la noche, cerraba su negocio iluminado con una lámpara que colgaban en el medio, un metro y medio aproximadamente arriba del mostrador.

Sólo en una oportunidad, ella, tío Tino y mis padres pusieron mesas y sillas para un carnaval en la Belgrano y vendían bebidas y las famosas pizzas y empanadas de tía Ángela.

Después de muchos años de permanencia frente al cine, se trasladó un local de la calle San Martín, donde después fue la bicicletería de Campana. Ahí estuvo pocos años hasta que cerró definitivamente.

Tía Ángela, sé que estás en el recuerdo de mucha gente… y eso alegra el corazón de tu hija y el mío.

Fachada casa de Errifai.
El escrito de Pino entregado al Ceda para su publicación. Una dulzura.
El escrito de Pino entregado al Ceda para su publicación.
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